viernes, 4 de septiembre de 2009

Rafael Alberti: ¿torturardor durante la Guerra Civil?

El pasado domingo dos de agosto el suplemento “Crónica” del diario El Mundo publicaba una entrevista a Antonio Hortelano, religioso redentorista al que se le ha detectado un cáncer de pulmón en fase terminal y que vive sus últimos momentos de vida trabajando en la elaboración de un libro con sus memorias. El libro promete ser interesante, ya que la vida del sacerdote parece de película. Antonio Hortelano trabajó como espía para los servicios secretos del Vaticano y para el Mossad, rechazó una propuesta de la CIA para trabajar para ellos denunciando a los teólogos radicales de la Teología de la Liberación y vivió de cerca todos los acontecimientos históricos de los últimos tiempos, la Guerra Civil, la entrevista entre Franco y Hitler en Hendaya, el mayo del 68, o la Caída del Muro de Berlín, codeándose con los grandes personajes de la historia como Golda Meir, Moshé Dayán, Salvador Allende, monseñor Romero o los últimos Papas.
En la entrevista publicada por el Suplemento de El Mundo el religioso Antonio Hortelano hace una durísima acusación contra el poeta Rafael Alberti y su papel durante la Guerra Civil española. “Metía a los prisioneros en cabinas de teléfonos con las paredes electrificadas con alta tensión”. Tal vez por efecto de las vacaciones estivales casi nadie se ha hecho eco de estas declaraciones, ya sea para desmentirlas o reafirmarlas. En la prensa escrita únicamente Alfonso Ussía el pasado uno de septiembre hacía referencia a las palabras de Antonio Hortelano en su columna del diario La Razón bajo el significativo título de “Ni mu”. Después de llamar la atención sobre la ausencia de comentarios y reacciones a las acusaciones realizadas por el sacerdote al borde de su muerte, Alfonso Ussía reseña las palabras de Antonino Hortelano sobre Alberti y añade más detalles sobre la actuación del poeta gaditano durante la Guerra Civil, en concreto en relación al asesinato del dramaturgo Pedro Muñoz Seca, autor de la conocidísima La Venganza de Don Mendo, fusilado en una de las sacas de Paracuellos. Dice Ussía en su artículo: “El hermano de Rafael Alberti, Vicente, gran amigo de Pedro Muñoz-Seca, portuense como ellos, le rogó encarecidamente que hiciera algo para sacar a don Pedro del cautiverio de la checa de San Antón y salvar su vida. No movió ni un dedo. Vicente Alberti era el íntimo amigo del hermano de Pedro Muñoz-Seca, el doctor José Muñoz-Seca, un joven y brillante pediatra con firmes convicciones republicanas. Don Pedro era monárquico y colaborador de «ABC», además de autor teatral de indiscutible éxito. Vicente Alberti se interesó en numerosas ocasiones, acuciado por su amigo el doctor Muñoz-Seca, por el dramaturgo del Puerto de Santa María encarcelado. Se interesó ante su hermano Rafael, el gran poeta dedicado en la cómoda retaguardia de Madrid a visitar checas y prisiones. Al fin, en la primera quincena del mes de diciembre de 1936, Rafael Alberti se puso en contacto con su hermano para darle noticias de Muñoz-Seca. «Lo fusilamos en noviembre».””
Alfonso Ussia habla del asunto con conocimiento de causa, ya que Pedro Muñoz Seca era su abuelo materno y por lo tanto es de suponer que lo que cuenta sobre el asesinato del dramaturgo proviene de fuentes familiares directas.
No es la primera vez que sale a relucir revelaciones sobre el turbio pasado de Rafael Alberti durante la Guerra Civil. Ya en el año 1993 con ocasión de la concesión del premio Espejo de España a la obra “Franco sí, pero”, de Torcuato Luca de Tena, a cuento de lo que en el libro se decía sobre Rafael Alberti se abrió una polémica en la prensa escrita en la que intervino Ricardo de la Cierva, Francisco Umbral, Javier Tusell, el autor del libro y el propio Alberti, con cruce de cartas que se publicaron en la prensa escrita. En una que se publicó en el ABC el 18 de marzo de 1993, Rafael Alberti afirmaba que “es bien sabido que mis actividades durante la guerra se desarrollaron siempre en el ámbito cívico-cultural”. En su libro “La arboleda perdida” Alberti nos cuenta que la Guerra Civil le sorprendió en Ibiza, dominada por los nacionales hasta que el 8 de agosto pudo salir de la isla cuando fue conquistada por la escuadra republicana del capitán Bayo, pasando de allí a Valencia y luego a Madrid, donde permaneció hasta el final de la contienda civil realizando labores de propaganda sobre todo vinculadas al 5º Regimiento.
Sin embargo lo que en los últimos años se ha ido sabiendo de la actuación de Rafael Alberti durante la Guerra Civil va más allá de lo que se podrían considerar labores de propaganda. Cuando Rafael Alberti llegó a Madrid comenzó a trabajar activamente en la Alianza de Intelectuales Antifascistas donde actuó como Secretario político. El 23 de agosto de 1936 se celebró una asamblea dentro de la Alianza donde fue constituido el Comité de Depuración formado por Maroto, Luengo, Abril y el propio Rafael Alberti. Como su nombre indica la labor de este Comité de Depuración era determinar quiénes del mundo de la cultura debían ser “depurados” y fue uno de los muchos Comités de ese estilo que se constituyeren en la vorágine revolucionaria de la España republicana para limpiar la Universidad, la Cultura o la Administración de lo que los revolucionarios consideraban “enemigos de la República”. Como actuaban estos Comités de Depuración en los primeros meses de la Guerra Civil podemos verlo en la carta que el profesor Manuel García Morente publicó en París el 23 de octubre de 1936 después de escapar de Madrid: “A poco supe confidencialmente que se había constituido ... una comisión de depuración (tal era la palabra usada) al profesorado de Universidad. Esa comisión propuso la cesantía de varios catedráticos de la Facultad de Filosofía y Letras. La lista iba encabezada con mi nombre. Los comisionados consideraban urgente el sacrificio de mi persona ... En virtud de la comisión llamada depuradora mi nombre iba a ser publicado como cesante y mi persona entregada a las ruines pasiones de los asesinos; hube de pensar en la necesidad de abandonar Madrid”.
También durante la Guerra Civil Rafael Alberti escribio en el ABC de Madrid, incautado por los revolucionarios, una columna desde la que dirigía sus dardos contra personajes relevantes y que tenía el significativo título de "A paseo", un siniestro nombre si tenemos en cuenta lo que en la España del 36 significaba que a uno le dieran "el paseo".
Al final de la Guerra Civil Rafael Alberti y su compañera María Teresa León se exiliaron en París, viajando después a Buenos Aires y Roma. No regresó a España desde el exilio hasta el año 1977, siendo elegido Diputado por el Partido Comunista de España en las primeras elecciones democráticas, aunque pronto renunció a su acta de diputado. Alberti nunca abandonó su militancia activa en el Partido Comunista, al que se afilió a principios de los años 30, dedicando en 1953 unos sentidos versos a José Stalin:

José Stalin ha muerto
Padre y maestro y camarada
Quiero llorar, quiero cantar
Que el agua clara me ilumine
Que tu alma clara me ilumine
En esta noche que te vas

Triste es leer estos versos dedicados a uno de los genocidas más sangrientos de la historia de la humanidad, pero más graves son los detalles que se están conociendo sobre su pasado durante al Guerra Civil que están manchando el historial de uno de los poetas más grandes de la Generación del 27.